RELACIÓN CONTINUA SIN CONDICIÓN

"Oh, Padre mío, si es posible, deja que esta copa pase de Mí; sin embargo, que no se haga mi voluntad sino la Tuya" (Mateo 26:39).

Nunca debemos olvidar que la oración no es sólo para peticiones, sino también para protección y preparación. La oración no sólo nos da lo que queremos; nos prepara y nos protege de lo que no queremos. 

En el Huerto de Getsemaní, Jesús se encontraba en angustia mientras contemplaba los horrores de la cruz. Todo lo que Él quería que los discípulos hicieran era que estuvieran presentes y oraran. Siendo Dios, Él sabía lo que se aproximaba. Él conocía cada detalle. Por esto Él oró, "Oh, Padre mío, si es posible, deja que esta copa pase de Mí; sin embargo, que no se haga mi voluntad sino la Tuya" (Mateo 26:39).

Todo lo que Jesús pedía era un poco de compañía. Él no necesitaba un sermón; Él necesitaba amigos. Pero sus amigos estaban durmiendo. Y esto era resultado de su pecado de confianza en sí mismos.

 Lo mismo puede ser verdad acerca de nosotros. Oramos cuando creemos que necesitamos orar. Cuando nos ataca una crisis, cuando recibimos malas noticias del médico, cuando perdemos nuestro empleo, cuando tenemos problemas en nuestro matrimonio o con nuestros hijos, ¿qué hacemos? Oramos. Y eso es bueno. Es lo que debemos hacer. ¿Pero qué sucede cuando las cosas marchan bien? ¿Cuándo podemos pagar todas las facturas? ¿Cuándo el trabajo va bien, cuando no hay malas noticias por ningún lado, también oramos? ¿Es porque pensamos que no lo necesitamos? ¿Es por la confianza en nosotros mismos? Dejar de orar podría ser considerado un pecado. Pecado no es sólo desobedecer un mandamiento, aunque eso está incluido. También existe el pecado de omisión, Santiago 4:17 dice, "y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado". El orgullo y la falta de oración van de la mano.

ARACELY ÑAVINCOPA CALDERÓN